El ámbito comunitario es una esfera desde la que se puede proveer cuidado potenciando una transformación social. Especialmente porque posibilita una gestión participativa del mismo cuando se promueven iniciativas desde lo público y porque genera espacios alternativos de solidaridad y ayuda mutua, sobre todo, en las experiencias auto-gestionadas. Ahora bien, las experiencias empíricas a las que nos acercamos dejan entrever todavía divisiones sexuales del trabajo reproductivo y dificultades para revertir las desigualdades de clase social.

Los servicios sociales son indispensables para crear comunidad. El reto para el futuro consiste en dotarlos de un enfoque participativo para que pueda ofrecerse una gestión desde lo colectivo.

La comunidad en los cuidados puede potenciarse desde “lo público”. El caso de las Superilles Socials en el municipio de Barcelona es un ejemplo. Este programa organizado desde la administración local ha incorporado la participación activa de las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio en su gestión. Esta flexibilidad ha redundado en mejorar la calidad de la atención y el diseño del servicio al mismo tiempo que se ha generado una identidad de grupo entre las trabajadoras familiares. Esta iniciativa ha posibilitado pensar los cuidados más allá del hogar fomentando una entidad comunitaria al promover la corresponsabilidad en estas tareas al mismo tiempo que contribuye a la profesionalización en su provisión.

Los grupos de crianza compartida se sostienen bajo fórmulas participativas de cuidado pero su potencial transformación en términos de género y clase social se encuentra en entredicho. Por una parte, porque se asientan en filosofías de maternidad intensiva que suponen recuperar el papel tradicional de la mujer en el ámbito de los cuidados y, por otra parte, porque habitualmente se trata de una alternativa fomentada por familias de clase media y alta. En todo caso, suponen un modelo transgresor en el ámbito de la organización social de los cuidados puesto que ofrecen lógicas de gestión que se sitúan más allá del mercado y de lo público y potencian la involucración activa de sus integrantes.

Acercarnos a la sostenibilidad de la vida en la infancia requiere indicadores que estimen las condiciones de vida pero que también incorporen percepciones y deseos. Ello supone ampliar el concepto de bienestar incluyendo en el mismo no únicamente aspectos materiales sino también principios de participación social activa entre los niños/as y adolescentes.

Los cuidados comunitarios en Argentina han surgido para promover la sostenibilidad ante la inacción del Estado y, en la actualidad, son promovidos por políticas públicas que se nutren de los saberes prácticos adquiridos por las mujeres que los desempeñan. María José Magliano nos cuenta brevemente cómo se ha desarrollado esta situación en Argentina y cómo estos espacios se han convertido en instancias de resistencia y solidaridad.