ECUADOR

Frente al desplazamiento del ámbito comunitario en las discusiones sobre reproducción y cuidados en Europa, en América Latina, éste formó parte de los análisis feministas, particularmente de aquellos que se referían a la participación política de las mujeres. Se analizaron los comedores populares, las economías solidarias, las madres comunitarias y distintas modalidades de cooperación vecinal, todos ellos recursos comunes frente a la arremetida neoliberal en las décadas de 1980 y 1990. Las mujeres, tanto en lo urbano como en lo rural, estuvieron al frente de procesos colectivos que buscaban restituir la vida diaria de sus miembros en las nuevas condiciones. A diferencia de lo que sucedió en Europa, estos procesos lograron articular nuevas redes de apoyo frente al abandono por parte de los Estados. Algunas fueron auténticos campos de experimentación para la gestión cotidiana bajo el protagonismo social y político de las mujeres. La literatura feminista se dedicó al menos durante dos décadas a entender estos procesos desde una vertiente eminentemente política.

Lo comunitario, el paisanaje o los nuevos lazos que se armaron en las periferias de las ciudades eran el motor de la organización para la toma de tierra y los asentamientos informales. El Estado y las agencias de desarrollo acabarían aprovechando su legitimidad en su propio beneficio. Para el caso de Ecuador se ha demostrado cómo durante la reestructuración y modernización del Estado se produjo una transferencia de responsabilidades asistenciales hacia la sociedad civil, más exactamente hacia las familias y las mujeres. En esa década se establecieron entre 500 y 800 nuevos grupos políticos de mujeres orientados a la satisfacción de las necesidades de los hogares. Esta expansión resultó paradójica; si bien éstas lideraron un movimiento político que amortiguó los efectos del ajuste estructural, simultáneamente supuso la conversión de la comunidad en un espacio de desresponsabilización del Estado y sobrecarga femenina. En estas coordenadas, las mujeres pasaron a ser promotoras asociadas a agencias estatales que transferían recursos altamente focalizados hacia los sectores empobrecidos de la población. La institucionalización deficitaria de la acción popular influyó sobre los programas sociales, hecho que continúa hasta el presente.

El sostenimiento se apoyó en fuertes canales comunales, y el bienestar desarrollista se desplegó desigualmente en la región. La relación de las comunidades amazónicas con el agua en Ecuador, por ejemplo, presenta un caso emblemático del proyecto histórico  capitalista para las periferias de las periferias, a caballo entre la expansión de la frontera extractiva y la reproducción metabólica del mundo. A pesar del largo proceso de colonización de estas tierras, deliberadamente caracterizadas como vírgenes, vacías e improductivas, los sistemas de resguardo del ayllu preservaron relaciones, valores y simbolismos asociados a la continuidad entre el «cuidado» de chakra, plantas y cultivos, del agua y los ríos, de adultos, niños y ancianos, de animales y espíritus. El llamado postdesarrollo generó nuevas separaciones y fragmentaciones. El cuidado colectivo, entendiendo por colectivo el universo viviente entrelazado, lo que algunos pueblos enuncian y politizan como Selva Viviente (Kawsak Sacha), plantea los límites de la fase actual del desarrollo y de las dicotomías modernas que disocian naturaleza y sociedad.